"La tontería se coloca siempre en primera fila para ser vista; la inteligencia detrás para ver".
Isabel de Rumanía
"Con tontos, ni a coger hongos".
Anónimo

Son individualistas, incansables y jamás se autocuestionan.
Muchos tienen experiencia y titulación, pero cada día se delatan como
incompetentes activos saboteando con entusiasmo el trabajo propio y el ajeno.
Actúan por su cuenta, no piden ayuda ni consultan, y para que nadie les
detenga, se saltan las normas y la cultura de la organización. La
teoría del “saber- poder - querer” para conseguir un objetivo, salta hecha
añicos cuando ellos intervienen. En demasiadas ocasiones, no saben y no pueden,
pero desean con toda su alma sobresalir.
Se dan en todo tipo de trabajos y empresas, pero
destacan mucho más en puestos técnicos, creativos o de organización, que es
donde se revela más crudamente el daño que generan. Los resultados que producen
son chapuceros, esperpénticos y a un coste exorbitante. Si además ocupan un
puesto de alta responsabilidad, nunca hay que subestimar su capacidad de
generar catástrofes.
Sus jefes y compañeros sufren directamente las
consecuencias de sus errores en forma de desgaste personal, distorsión en la
planificación y en el desarrollo del trabajo: los objetivos se incumplen y los
resultados económicos de los proyectos se ven afectados negativamente. El
ambiente laboral se enrarece, aparecen fricciones personales y hay serios
reparos para colaborar con ellos o
asignarles nuevos proyectos.
Ellos también sufren. Su autoestima es baja, y se
sienten frustrados, pero nunca se desaniman. La emoción les domina, y para
compensar, vuelven a la carga con más fuerza e impulsividad intentando emular
por su cuenta y riesgo a compañeros o jefes, sobresaliendo y llamando otra vez
la atención para lavar su imagen. El círculo vicioso se pone en marcha y trae
más problemas para todos: el jefe es amonestado por la dirección, y también
recibe quejas sobre el desplanificador por parte de sus colaboradores.
Si fracasaran los intentos razonables de mejora, se
vuelve inevitable librarse de ellos. La solución puede llegar con un cambio de
funciones, el traslado, un ascenso, la dimisión o simplemente el despido.
Sin embargo, mientras no se concrete la solución, es
preciso actuar honestamente sobre este tipo de personas, recordando siempre
que, mientras ocupen su puesto, los empleados son responsabilidad de su jefe
inmediato.
- Jamás debemos abandonarles a su suerte, o dejar de darles trabajo.Esto ocasionaría una gran desmotivación en el resto del equipo y toda suerte de comentarios malévolos. El individuo en cuestión quedaría en una indigna situación personal y laboral. Además podría, con toda la razón, denunciarnos por mobbing.
- Nunca debemos mirar hacia otro lado. Es una irresponsabilidad que originará que el resto del equipo crea que es posible saltarse las normas y los objetivos, o se sienta agraviado por el trato de favor.
- Hay que evitar por completo el paternalismo. Es la peor forma de tratarles, y no conseguiremos sino dañarles a ellos y a nosotros mismos cuando nos arrastren en su inevitable caída.
- Se mejorará la comunicación con ellos, informándoles de forma clara, honesta y transparente de los cambios.
- Se hará especial hincapié en el cumplimiento de las normas y procedimientos de la organización.
- Solamente se les asignarán tareas que sean capaces de cumplir satisfactoriamente.
- Se les marcarán objetivos claros y realistas en plazos, costes y calidad.
- Sus trabajos serán controlados y supervisados por su responsable.
- Se analizará su formación, sus competencias y su entorno laboral, para valorar si pueden desempeñar otro puesto dentro de la empresa.
- Tras un periodo prudente, se debe tomar una decisión definitiva sobre su encaje en la empresa.
-
Tras
tomar la dura decisión, pensaremos aliviados:
- “Que
encuentre tanta paz como descanso nos deja su marcha”